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El Rey que fue y volverá a ser

Actualizado: 2 ene 2019

Lancelot, el perfecto caballero. Mordred, el traidor. La dama del lago. Merlín. Arturo de Pendragón. ¿De dónde vienen?


El compendio de historias que hoy conocemos como ciclo artúrico hunde sus raíces en una serie de relatos populares, de transmisión oral, surgidos a finales del siglo V y principios del siglo VI después de Cristo.


Aquí hablaremos de las versiones escritas que han llegado hasta nuestros días. Sin duda existen otras gestas, canciones y poemas que se han perdido irremediablemente.


Antes de la caída del imperio romano de occidente (en 476), las legiones romanas se retiraron de la actual Gran Bretaña. Fue entonces cuando el rey Vortigern (que acabaría convirtiéndose en un personaje cuasi mítico) invitó a tres pueblos germanos a la isla para que se instalaran como mercenarios. Estos serían jutos, anglos y sajones. Por desgracia, la idea fue un desastre y los germanos se adueñaron de Britannia.


Así aparece un conjunto de historias sobre la valiente lucha de los jefes romano-britanos contra el invasor. Historias que, con el tiempo, acabarían transformándose en las aventuras de corte caballeresco que conocemos hoy.


Podemos afirmar que el rey Arturo nunca existió. ¿Hubo un personaje histórico? Quizás, pero ni fue rey, ni vivió en Camelot, ni se llamaba Arturo. ¡Ambos personajes serían tan distintos que no tendría ningún sentido compararlos!





Al contrario de lo que ocurre con la mayor parte de los mitos de la antigüedad, se puede atribuir al ciclo artúrico una cualidad narrativa muy interesante, ya que se compone de una serie de obras (en verso o prosa) escritas por autores con nombre y apellido que intentaban o bien entretener o bien enseñar, pero que rara vez fantaseaban con la idea de que lo ocurrido era real. No era dogma, sino pura ficción. ¡Exactamente igual que ocurre con la fantasía moderna!


A todo esto, hay que tener en cuenta que muchas de estas historias se mezclaron con la tradición céltica de la isla, sobre todo en el país de Gales. De ahí la aparición de hechiceros y dragones.


Por ejemplo, tenemos el Mabinogion. Una colección de historias recopiladas en el siglo XII y que narran viejas leyendas celtas de las islas británicas. Aquí se cuenta, entre otras muchas cosas, la historia de Culhwch y Olwen. Una gran aventura en la cual la corte del Rey Arturo se encuentra anclada en un mundo mágico de animales parlantes y monstruos. Un mundo en el cual hasta el menos conocido de los caballeros es capaz de realizar hazañas impensables para un ser humano corriente.


Sin embargo, los supuestos orígenes paganos del mito no están nada claros. Como esto puede parecer un poco contradictorio considerando lo que acabo de contar, intentaré aclararme: las fuentes son escasas y nada parece indicar que relatos como el de Culhwch y Olwen fueran anteriores a aquellos escritos para las cortes cristianas. ¿Cuanto del Mabinogion recoge una tradición oral antigua y cuanto es pura invención? Una pregunta sin respuesta.


Es muy posible que algunos autores crearan versiones supuestamente celtas de historias que ya nacieron siendo cristianas. Esto no quita para que dichas versiones cristianas sí que se vieran influenciadas por tradiciones anteriores. Caballeros como Sir Gawain o Sir Yvain son herederos de héroes y dioses muy antiguos.


Pero pasemos ya a hablar de los cantares de gesta medievales.


El mitólogo Joseph John Campbell define cuatro etapas en la formación de la llamada Materia de Bretaña:


1) El momento mitogenético (450-950)


La primera mención directa de Arturo es la que hace el monje Nennius en la Historia Britonum (en el siglo IX), y en la que Arturo no pasa de simple dux bellorum, o jefe militar. Ya en el X, en los Annales Cambriae, se menciona a un tal Merdraut (Mordred) que muere junto con Arturo en Camlann. Nada indica en este breve texto que un personaje muera a manos de otro... ¡ni siquiera que luchen en bandos opuestos!


A finales del siglo VI San Gildas, el sabio, recuerda hechos de su infancia sobre la resistencia frente a los germanos, pero no cita a ningún monarca. El caudillo de la resistencia es llamado Aurelio Ambrosio. En el poema Y Gododdin (perteneciente al siglo IX o X), se dice de cierto héroe que tenía un valor excepcional a pesar de que no era Arturo. Sin embargo, muchos estudiosos creen que la estrofa en la que aparece el legendario rey podría haber sido añadida en el siglo XIII.


2) El período oral de desarrollo pre-normando y 3) período oral de desarrollo tras la invasión.


Esta es una única etapa que va desde el año 950 hasta el 1140. Sin embargo, es importante dividirla en dos segmentos.


En 1066 el duque Guillermo de Normandía invade Gran Bretaña y derrota al rey Harold en la célebre batalla de Hastings. Este hecho es enormemente relevante para la tradición británica, porque los normandos se apropian del mito para sus propios intereses políticos.


Ya que Arturo había derrotado a los sajones en un pasado remoto y Harold era anglosajón, los invasores podían presentarse como los restauradores de una tradición más antigua. Si tuvieron éxito o no, es lo de menos. El hecho es que la popularidad de la leyenda artúrica creció a pasos agigantados, tanto en la isla como en el continente.


4) El periodo de desarrollo literario.


Esta es la última etapa de creación del mito y, quizás, la más importante. Campbell la subdivide, a su vez, en otras cuatro:


A) Épica patriótica anglo-normanda 1137 – 1205.

B) Novelas corteses francesas 1160 – 1230.

C) Leyendas religiosas del Grial 1180 – 1230.

D) Épica alemana 1200 - 1215.


Alrededor de 1140 se publica la Historia Regum Brittanniae del clérigo Geoffrey de Monmouth. Su intención era construir una obra histórica al estilo de la de Heródoto y, al igual que hizo el sabio griego, adorna su escrito con gran cantidad de elementos fantásticos.


En la narración de Geoffrey (en prosa latina) ya están prácticamente todos los elementos de la leyenda: Arturo es un rey feudal, aparece Merlín el mago, el cruel Uther Pendragón, Gawain, Excalibur, e incluso la infidelidad de Ginebra (con la diferencia de que aquí el amante de la reina es el propio Mordred).





Por cierto, la génesis de Merlín es, cuanto menos, curiosa. Se dice basado en Myrddin Emrys, que aparece en la Historia Britonum profetizando al rey Vortigern que un dragón rojo y un dragón blanco combatirían (siendo esto una representación de la guerra contra los germanos).

Cuando Geoffrey de Monmouth compone su Historia Regum Brittaniae, coloca a Myrddin como consejero del rey Uther Pendragón y padrino de su hijo, Arturo... pero al escribir en francés debía latinizar el nombre. Eso sería convertirlo en "Merdinus", que sonaba en aquel entonces igual de ridículo que ahora. De forma que Monmouth se limitó a cambiar la "d" por una "l" transformándolo en Merlinus, o Merlín en español.


Los romances corteses franceses (entre 1160 y 1230) terminaron de pulir las historias. A mediados del siglo XII, la reina Leonor de Aquitania dedicó buena parte de su fortuna a patrocinar las artes, especialmente a los trovadores. Esto provoca la introducción del amor cortés en los romances artúricos, hasta entonces centrados exclusivamente en la guerra.


Aunque Geoffrey de Monmouth fue el autor que dio forma al mito, su difusión por todo occidente debe mucho a Wace, que tradujo la narración a verso francés para el rey Enrique II Plantagenet (el marido de Leonor).


Ya hemos comentado que buena parte de los caballeros de Camelot son herederos de héroes y dioses celtas. Sin embargo, Lancelot (o Lanzarote) y su hijo Galahad son los últimos añadidos medievales a la leyenda. Fueron creados por escritores franceses que deseaban incluir personajes patrios en la corte artúrica.


De este periodo destaca un nombre: Chretien de Troyes.


Poeta de la corte de Champaña, de Troyes está considerado el primer novelista de Francia y padre de la literatura occidental. Destaca su sentido del humor y el cariño puesto en los personajes, pues no hay villano sin motivaciones ni héroe sin tacha.


Originalmente, sus libros estaban escritos en verso, aunque hoy pueden encontrarse traducidos a lenguaje moderno y en prosa. Son los siguientes:


Erec y Enide


En esta historia, una pareja de nobles casados decide separarse y revivir sus días de juventud... sólo para darse cuenta de que se necesitan más el uno al otro de lo que añoran cualquier tiempo pasado. En este libro aparece por primera vez el nombre de Lancelot, como el tercer caballero más importante del reino (solo tras Gawain y Erec).


Clíges.


Historia que, aunque anclada en tiempos artúricos, transcurre en el sur, en Grecia y Bizancio. Se trata de una historia de amor de corte muy clásico, en la cual los amantes tienen que superar una serie de pruebas para ser dignos el uno del otro.


Yvain, el caballero del león.


Probablemente, la más popular de las obras de Troyes cuando él aún vivía. Un emocionante relato de aventuras en el cual el protagonista, igual que ocurría con Erec, abandona a su esposa para vivir nuevas peripecias... pero acaba arrepintiéndose y deseando volver al hogar. En sus andanzas, Yvain combate contra dragones y gigantes y se gana la amistad de un león, que acaba convirtiéndose en un hermano para él.


El caballero de la carreta.


El infame Meleagant rapta a la reina Ginebra y los más grandes caballeros del reino marchan a rescatarla. El título del libro se debe a un episodio en el cual Lancelot debe montar en una carreta tirada por un enano. Esto es una humillación terrible para el héroe... pero es gracias a que no es tomado por caballero que logra salvar la vida y así, más adelante, puede rescatar a la reina. Las historias de Troyes siempre incluían este tipo de ironías.


En este relato ya está en ella todo aquello con lo que relacionamos a Lancelot, incluyendo el romance prohibido con la reina Ginebra. Sin embargo, muchos estudiosos creen que existía una tradición anterior que no ha llegado hasta nuestros días. En dicha tradición, el adulterio no sería una parte fundamental del personaje, sino que su historia estaría centrada en como el muchacho fue criado por Vivian (una de las damas del lago) y las hadas. De ahí el sobrenombre “del lago”.


Perceval, o el cuento del Grial.


Obra que el autor dejó inconclusa. En ella descubrimos a Perceval, que está destinado a convertirse en el mayor caballero de todos los tiempos. Lo curioso es que el héroe es presentado como un completo estúpido, incapaz de distinguir un saludo de un beso de amor o a un amigo de un enemigo. No nace siendo perfecto, sino que las aventuras que vive le moldean, hasta convertirse en un guerrero tan diestro como sabio. Su viaje le lleva hasta el mítico castillo del Grial. Aquí el artefacto no es santo ni tiene relación alguna con Jesucristo. Se trata de un cuenco cuyas aguas tienen el poder de restaurar la salud (lo cual acerca el relato a los mitos celtas). El caballero comete un error y, por tanto, pierde la oportunidad de acceder al cuenco.


Como ya se ha comentado, de Troyes falleció antes de terminar su cuento y esto significa que Perceval nunca regresó al castillo ni tuvo oportunidad de cumplir con su destino. Otros cuatro autores continuaron el libro pero, curiosamente, ninguno de ellos lleva al protagonista a su conclusión lógica, optando por seguir caminos muy dispares.


A este respecto, merece la pena mencionar la leyenda de Peredur que, aunque es la misma que la de Perceval, sitúa al personaje en un mundo pre-cristiano dominado por la brujería. El propio Grial desaparece, pasando a ser la cabeza cortada del hermano del protagonista. Esto convierte el regreso al castillo no en una cuestión de crecimiento personal, sino en pura y dura venganza.

Aunque ciertos estudiosos galeses quieren considerar la versión celta de Peredur muy anterior al cuento del Grial, lo cierto es que las fechas de esta historia no están nada claras y bien podría tratarse de una reivindicación pagana del mito escrita por las mismas fechas que la obra de Chretien de Troyes.


Pasamos ahora a las leyendas religiosas del Grial (entre 1180 y 1230). Aquí entran los poemas que escribió Robert de Boron sobre José de Arimatea, contemporáneo de Cristo y guardián del Grial que, ahora sí, es santo y contiene la sangre del salvador. La primera aparición de la mesa redonda pertenece al Brut de Layamon, escrito entre el 1190 y el 1215.


Debemos destacar aquí el ciclo conocido como la Vulgata artúrica (de autor anónimo).


La Vulgata se divide en tres partes: el Lanzarote en Prosa (tan extenso que ocupa casi la mitad del ciclo), la Queste o Demanda del Santo Grial (donde la búsqueda del Grial adquiere su dimensión religiosa) y la parte final o Morthe d'Arthur.


En La Queste del Santo Grial todos los caballeros de Camelot parten en busca de la reliquia, lo cual se utiliza como excusa para promover los valores eclesiásticos de la época y hacer una defensa férrea de la moral católica. Hay tentaciones, ángeles, parábolas e intervenciones divinas constantes.


Aquí encontramos a un nuevo héroe: Galahad (o Galaz, según la versión). Un personaje creado exclusivamente para ganar el Grial. Viene al mundo sin pecado, carece de cualquier conflicto interior, supera todas las pruebas que se le presentan e incluso puede decidir el momento de su propia muerte. Lo curioso del asunto es que, mientras que la búsqueda de Perceval era la búsqueda de todos nosotros, Galahad parece vivir una aventura vacía y un tanto egoísta, en la cual un hombre ya perfecto desde su nacimiento demuestra ser mejor que los demás y desaparece del mundo sin haber hecho nada por sus semejantes.




Hablemos ahora de la épica alemana (entre 1200 y 1215).


Destacamos a Wolfram von Eschenbach. Este autor adaptó el Perceval de Chrétien al alemán, añadiendo, como no podía ser de otro modo, cosas de su propia cosecha. No sólo eso sino que, finalmente, proporciona al caballero una conclusión: es en Parzival cuando el héroe gana, de una vez por todas la copa sagrada que por tantos años se le había escapado. No sólo eso, sino que se nos presenta toda una realidad alternativa, la del Grial. Un lugar sin males ni violencia que, sin embargo, el héroe acaba abandonando en pos de mantener la justicia en nuestro mundo (demostrando, una vez más, la superioridad moral de este personaje respecto al de Galahad). Wagner adaptaría esta historia en su célebre ópera Parsifal.


Por esta época aparece también el Tristán en prosa, que narra la trágica historia de amor de Tristán e Iseut (o Isolda). Se cree que se trata de un relato muy antiguo que solo empezó a relacionarse con el mundo artúrico debido a la creciente popularidad de este. La primera parte del libro se atribuye a Luce de Grat y se cree que data de 1230. La obra fue reescrita y ampliada por un autor que se llamó a sí mismo Helie de Boron (dando a entender que era pariente de Robert de Boron).


Habiendo salido ya de la clasificación de Campbell, toca saltar un par de siglos para hablar de tres obras capitales.


La primera es Sir Gawain and the green knight. Uno de los poemas más famosos jamás escritos en lengua inglesa. Escrito alrededor del siglo XIV, narra como Gawain debe viajar a los confines del mundo para cumplir un pacto, según el cual, será decapitado. El caballero, evidentemente, no está muy contento con esto, pero, al tratarse de una cuestión de honor, siente que no tiene alternativa.


Corta y entretenida, esta era una de las historias favoritas de J.R.R Tolkien, que llegó a escribir un artículo sobre su significado y hasta intentó traducirla a inglés moderno (dicha traducción fue publicada en 2014).


Tampoco podemos olvidar la Alliterative Morte Arthure. Es decir, la muerte de Arturo aliterativa, mal llamada así por la forma de su verso.


En este poema, de autor anónimo, se narra la guerra del rey Arturo contra Roma y su posterior regreso a Gran Bretaña, donde encontrará la muerte a manos de su sobrino Mordred. Los estudiosos no se ponen de acuerdo respecto a la fecha del poema, pero se cree que data de finales del siglo XIV o principios del XV.


La historia adapta los libros noveno y décimo de Geoffrey de Monmouth y sólo hace muy leves alusiones a Lancelot, que aparece como un caballero más. De hecho, la reina Ginebra es infiel a Arturo con Mordred y hasta tienen un hijo juntos. El propio Mordred, aunque es el villano de la historia, parece una víctima de las circunstancias, hasta el punto de derramar lágrimas al verse obligado a combatir con su querido tío Arturo.


A este respecto, Mordred es un personaje muy interesante. Su primera aparición data, como ya se ha comentado, de los Annales Cambriae, pero no se convirtió en el asesino de Arturo hasta la llegada del texto de Monmouth. En la mayoría de versiones, es hijo de Morgause (hermana de Arturo, también llamada Anna) y el rey Lot. Su caracterización como hijo ilegítimo del rey (¡y con su propia hermana, nada menos!) parece originarse en la Vulgata. Sin embargo, esta historia tiene un precedente en otro hijo de Arturo rara vez mencionado, Amr que, según la Historia Brittonum, fue asesinado por su propio padre cuando intentó sublevarse.


Toca hablar, finalmente, de Thomas Malory, autor del siglo XV que escribió una de las obras más influyentes de la historia de la narrativa occidental: Le Morte d'Arthur.


El título llama a engaño, pues Malory no habla solo de la muerte de Arturo, sino de toda su vida, así como de las hazañas de sus más importantes caballeros. No sólo eso, sino que comienza narrando los orígenes de Merlín y Uther Pendragon.


La obra está dividida en veintiún libros, que narran la práctica totalidad de las leyendas anteriormente mencionadas. Es algo más corto que la Vulgata, pero más largo que las obras de Chretien de Troyes.


Malory, a pesar de ser inglés, se inspira en los autores franceses. Esto se nota en personajes como sir Gawain, que mientras que en las obras inglesas era presentado como un caballero ejemplar, en Malory aparece como un tipo valiente y leal, pero no demasiado listo. El autor también añade historias propias, como la de Balin y Balan y da al conjunto un valor trágico que no se encuentra en versiones anteriores, mostrando especial interés por las nociones de fatalidad y el destino.


También añade al ciclo el cuento de Tristán e Isolda.


El inmenso éxito de Le Morte d'Arthur en una época en la que ya existía la imprenta llevó a la explosión del género conocido como novelas de caballerías. Durante casi un siglo, sería especialmente popular en España (destacable es el Amadís de Gaula y sus numerosas secuelas). Lo curioso es que muchas de estas novelas, aun situando la acción en un mundo parecido al de la Britannia artúrica, no hacen mención alguna al monarca o, si la hacen, es de forma velada y pasajera.


La obra de Malory ha servido de inspiración de la mayor parte de versiones modernas del mito, empezando por el siglo XIX, cuando la hermandad prerrafaelita empezó sus andanzas. Como es bien sabido, este conjunto de artistas buscaban la identidad inglesa en las leyendas medievales y fueron un pilar fundamental en la aparición de la literatura romántica y la fantasía moderna.


Lord Alfred Tennyson publica, entre 1833 y 1874, la colección de poemas Idylls of the king, basada fundamentalmente en Le Morte d'Arthur. La obra tuvo un éxito inmenso en todo el Imperio.


A principios del siglo XX, Howard Pyle publica una versión juvenil ilustrada por él mismo, llamada The story of King Arthur and his knights. Tuvo tanto éxito que la continuó con otros tres libros The story of the champions of the Round Table (de 1905), The story of Sir Launcelot and his companions (de 1907) y The story of the Grail and the passing of King Arthur (de 1909).


Tras esto, llega T.H. White que, en 1938 publica The sword in the stone. Esta sería el primero de un ciclo de cinco libros conocido como The once and future king (llamado simplemente Camelot en España).


La primera novela se terminó antes del inicio de la segunda guerra mundial y muestra al lector un mundo de fantasía romántico, hermoso y esperanzador. La última, sin embargo, es extremadamente triste y da a entender que los conflictos armados no acabarán nunca, que es nuestro sino como hombres revivir los mismos desastres una y otra vez. El arco del rey Arturo pasa a ser el del propio autor que, tras ver los horrores del holocausto, la bomba atómica y los inicios de la guerra fría, deja de creer en el ser humano.


La versión de White es de las más conocidas e influyentes en el mundo angloparlante. Yo, sin embargo, no soy muy fan: creo que la prosa, a base de intentar ser moderna se ha quedado anclada en los años 50. Del mismo modo, considero que no se aprovechan, en absoluto, las posibilidades dramáticas del mito. Pero esa es mi opinión, claro.


Debido a la explosión de fantasía post-tolkien cualquier trabajo literario posterior a White no puede sino tener una relevancia reducida, debido, precisamente, a que debe competir con una cantidad de ficción abrumadora. A este respecto, se salvan de la criba The mists of Avalon (en la que las mujeres son las protagonistas del relato) o The warlord chronicles (que narra las peripecias de una supuesta versión histórica del personaje).





Los personajes de Camelot han influenciado a gran cantidad de músicos y compositores. Antes hemos hablado de Richard Wagner pero otras óperas interesantes son el Merlín de Karl Goldmark (1886) o Le roi Arthus de Ernest Chausson (1903).


También tenemos The Myths and Legends of King Arthur and the Knights of the Round Table de Richard Wakeman, publicado en 1975. Yo mismo soy muy fan del grupo alemán Blind Guardian, que cuenta con canciones como A past and future secret, The Maiden and the Minstrel Knight y Mordred's Song.


En lo que respecta al cine, hay mucho que comentar, de forma que seré lo más sintético posible:


En 1953 se estrena Los caballeros del Rey Arturo, dirigida por Richard Thorpe y protagonizada Robert Taylor y Ava Gardner. Con los años, esta película se ha ganado muy mala fama, pero, en realidad, es entretenida y está muy bien hecha. Un clásico romance de la época del Technicolor, con buenas (aunque escasas) escenas de acción y una maravillosa banda sonora de Miklós Rózsa. Una pena la casi total ausencia de elementos fantásticos.


De 1975 es la segunda película de los Monty Python, llamada en su país de origen Monty Python and the Holy Grail y en España Los caballeros de la mesa cuadrada. Una parodia muy loca y muy divertida, recomendable tanto para aficionados a la fantasía como para gente que, simplemente, quiere pasar un buen rato.


No podemos olvidarnos de la película Excalibur, de John Boorman, estrenada en 1981. Este filme ha dejado una impronta mucho más fuerte en el imaginario colectivo que ninguna otra obra artúrica de los últimos cuarenta años. Más gente conoce la leyenda a través de la película de Boorman que a través de las versiones literarias del mito, no digamos ya la lectura de los poemas de Chretien de Troyes. Esto lleva a la lógica confusión en la cultura popular de Morgause con Morgana o la imagen de la Dama del lago como una benefactora sin nombre cuando en las historias originales se trata no de uno, sino de varios personajes, todos ellos con motivaciones bastante complejas.


En 2017 sufrimos una película dirigida por Guy Ritchie y protagonizada por Charlie Hunnam, que adaptaba las leyendas con bastante libertad (Arturo es criado por prostitutas, Sir Bedevere es de origen africano, hay elefantes grandes como una catedral e incluso sale David Beckham). No se la recomiendo ni a mi peor enemigo.


Disney también ha anunciado el remake en imagen real de su película Merlín el encantador (basada en el primero de los libros de T.H. White), cuyo estreno se espera en 2020. El director escogido es el español Juan Carlos Fresnadillo. Le deseo lo mejor.


Si el lector es aficionado a los juegos de mesa, tengo varias recomendaciones: Camelot legends de Andrew Parks, Shadows over Camelot de Bruno Cathala y Serge Laget, y el juego de rol Pendragón del recientemente fallecido Gregg Stafford.


También aprovecharé estas líneas para recomendar un título de mi creación: Hexcalibur. Se trata de un juego de guerra ligero para dos jugadores hecho en colaboración con Gen-X Studio y SD Games. Estoy bastante orgulloso del resultado y me encantaría poder ampliarlo en el futuro (con una expansión o con una segunda edición mejorada).


Antes de despedirme, quiero dejar aquí una pequeña reflexión. Podemos considerar que todo mito es una mentira. Que los héroes no existen o que si acaso existen, son aquellos hombres y mujeres sin nombre que arriesgan sus vidas por salvar la de otros. Esta es una opinión muy válida, por supuesto. Pero lo cierto es que, como especie, amamos las gestas. Y no debe avergonzarnos admitirlo. Ante todo, una obra realmente buena siempre tendrá diferentes niveles de lectura. Nos ayudan a satisfacer nuestros instintos más básicos y a enriquecernos intelectualmente. Nos ayudan a replantearnos nuestra ideología y a entender un poco mejor a los demás. Cuando una historia logra semejante efecto en personas de distinto origen y condición, se puede estar orgulloso de haber conseguido algo grande. Y hay pocas cosas tan grandes como el mito del Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda.





Agradecimientos especiales a Anselmo F. Alonso por su ayuda y sus vastos conocimientos. Este artículo fue publicado originalmente en la web (hoy desaparecida) Historia 2.0. Todas las ilustraciones utilizadas pertenecen al artista John Howe y han sido extraídas de su página web.


BIBLIOGRAFÍA

El poder del mito, Joseph Campbell, Salamandra (1991)

El Santo Grial, Richard Barber, La liebre de marzo (2007)

Historia del Rey Arturo y los nobles y errantes caballeros de la tabla redonda, Carlos Garcia Gual, Alianza editorial (2007)

La muerte de Arturo, Thomas Malory, Siruela (2013)

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