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Italianos de Marte



Super Mario Bros se acaba de estrenar y ya es un éxito rotundo. En unas horas, ya había recaudado tanto dinero como la película del año 1993 en toda su carrera comercial. Tras una semana, ha hecho más taquilla que toda la producción de Disney de los últimos dos años.


La cinta, sin embargo, no ha sido muy bien acogida por la crítica.


No hay nada místico o único en criticar obras de arte. Y lo sé porque yo mismo he sido crítico (desde cierto punto de vista, aún lo soy). Consiste, simplemente, en dar tu opinión. No diré que no existen criterios objetivos de calidad, porque yo sí creo en dichos criterios. Ahora bien: el valor que le damos a un relato depende en buena medida del contexto y de nuestro propio bagaje personal.


Por ponerme en una posición especialmente combativa: un mismo crítico puede mencionar como un punto positivo las referencias y alusiones a la Nouvelle Vague, mientras que rechaza los homenajes a un juego de 8 bits. Pero, ¿no es acaso todo nostalgia?


No soy fan de Illumination. Sí que soy fan de Nintendo y, claro está, eso afecta a mi percepción. He visto todas las adaptaciones previas de Super Mario: el anime The Great Mission to Rescue Princess Peach de 1986, la serie The Super Mario Bros. Super Show! e incluso la fallida adaptación de 1993 protagonizada por Bob Hoskins. Si reducimos sus argumentos a una sinopsis de tres líneas, probablemente podríamos copiar y pegar el texto para describir todas ellas.


La producción de Illumination es mejor que los ejemplos previos (sobre todo a nivel técnico) pero, una vez más, la historia no se desvía demasiado de lo esperable.


Incluso la gente que ha disfrutado de la película ha querido aclarar que este es un producto para niños o que hay pocas sorpresas.


Por supuesto, es un producto para niños y, por supuesto, hay pocas sorpresas. Pero nada de eso es necesariamente malo.


Se puede hacer la misma crítica a La vuelta al mundo de Willy Fog y, sin embargo, sigue siendo una de las mejores adaptaciones de la obra de Verne (siendo muy superior a la reciente serie de la BBC).


¿Acaso los niños no tienen un criterio propio sobre lo que les gusta y lo que les aburre? ¿Qué sorpresas podemos esperar de un sword & planet ambientado en el reino Champiñón?


Y es que la estructura del filme es claramente la de un sword & planet, con muchos puntos en común con las novelas de John Carter de Marte. Recordemos que la habilidad que hace único al bueno de John es que, gracias a la diferencia en la gravedad, puede saltar muy alto.


Resumamos: un ser humano acaba, por pura casualidad, arrojado en las planicies de una tierra alienígena repleta de peligros y bestias imposibles. No cuenta con mapa ni brújula pero no tarda en encontrar civilización. Por norma general esta civilización es solo una muestra de un tapiz mucho mayor de reinos e imperios, con fronteras bien definidas (siendo extraordinariamente fácil diferenciar a los héroes de los villanos).


Este mundo, que en un principio parece hostil y aterrador, acabará por convertirse en el hogar de nuestro protagonista. Sus habitantes suelen tener apariencia humanoide, pero poderes extraordinarios. ¡Algunos son incluso inmortales! Ahora bien, nuestro héroe no necesita tales dones. Su determinación y capacidad para el aprendizaje son armas más poderosas que cualquier artefacto de origen extraterrestre. Y es que aunque el hombre parezca a simple vista un animal frágil, es el único capaz de adaptarse, crecer, evolucionar. Estamos fabricados para el dominio y la conquista.


El protagonista prosigue su viaje y, tras una serie de enfrentamientos directos se convierte no ya en un guerrero, no un campeón sino, directamente, en el amo y señor de este nuevo mundo. Al final siempre hay que impedir una boda y al final siempre triunfa el amor. El romance es siempre tan importante como la violencia.


Aunque los autores buscan impactar con ciertas descripciones de monstruos y lugares, lo cierto es que todos los elementos que no son explícitamente de ciencia-ficción tienen un matiz medieval: hay castillos, reyes, reinas, príncipes y princesas. Las dinámicas de poder son siempre fáciles de entender y la política carece de importancia. Los ejércitos suelen luchar cuerpo a cuerpo, con sables, lanzas o armas de fuego de escaso alcance. Hay cargas de caballería y estandartes que ondean al viento... pero, al final, todo se resuelve en un duelo entre los dos líderes, el bueno y el malo.


No es difícil encontrar paralelismos entre Super Mario y el Flash Gordon de Dino De Laurentiis. El propósito de los Kongs dentro de la trama es muy similar al de los hombres halcón. Luigi pasa la mayor parte del metraje encerrado, como ocurría con el doctor Hans Zarkov. Kamek, el magikoopa, tiene un papel idéntico al del pérfido Klytus. Hay incluso una gran pelea en la arena, como la que mantienen Flash y el príncipe Barin... que, por supuesto, acaba en un amistoso abrazo.


Habrá lectores que señalen que antes del sword & planet vienen los cuentos de hadas. Pero si bien el universo de los cuentos de hadas proporciona un marco estético donde encajar las historias, no es un buen compañero a la hora de construir relatos de acción y aventuras. Dorothy también viaja a través de un portal mágico a un mundo ajeno al suyo, pero rara vez soluciona las cosas a puñetazos.


Habrá otra gente que dirá que el sword & planet es un género prácticamente desconocido para el espectador moderno y que parece improbable que los responsables del guion de Super Mario lo hayan tenido en cuenta. Pero la cuestión es que esto puede ser cierto sin que mi tesis se vea afectada en absoluto.


Algo puede influenciar nuestro trabajo sin que sepamos de dónde proviene. Por ejemplo, un autor puede escribir novela negra sin haber leído nunca las historias de Auguste Dupin.


Igual que ocurre con los seres vivientes, los géneros de ficción pasan por numerosas etapas hasta alcanzar la madurez. La larva se convierte en capullo y luego en mariposa.


Muchas veces las ideas flotan en el aire. En este caso concreto, yo sé cual es el origen de dichas ideas. Sin embargo, la persona que las recoge con un cazamariposas no tiene por qué poseer tal conocimiento (ni tampoco lo necesita).


Dicho de otro modo, un mecánico puede ser experto en el funcionamiento de los motores de combustión sin tener la menor idea de quien es Etienne Lenoir.


Lo cierto es que los guionistas del Hollywood actual lo que escriben son novelas pulp, aunque esta palabra provoque urticaria en más de uno. Esto es así desde que Spielberg triunfó con Tiburón y En busca del arca perdida, e incluso antes, con el impacto cultural de las aventuras de James Bond.


La estructura de Super Mario es tan clara, tan reconocible, tan transparente, que me sorprende que alguien pueda decir que es una película hecha solo y únicamente para fans del videojuego.


Creo que la película me habría gustado aun sin saber absolutamente nada de Nintendo. Por supuesto, el factor nostálgico se habría perdido. No me habría emocionado al oír la música de Koji Kondo ni me habría sorprendido al ver la fidelidad con la que los personajes se han trasladado a la gran pantalla. Me habría perdido todo eso, pero habría disfrutado la historia a otro nivel.


Por ejemplo, veamos la escena que nos presenta a Donkey Kong. Estructuralmente, es algo mil veces visto, desde la literatura artúrica hasta la novela juvenil moderna.


Los héroes piden la ayuda de un ejército formado por seres de otra especie. Estos seres son de carácter noble, pero aislacionista y no confían en nuestros protagonistas ni en sus motivos. La clave está en que, aunque ambas naciones sean muy diferentes, cuentan con un enemigo común. El gran tirano acabará devorándolo todo, tarde o temprano. La solución al conflicto no es política, sino de carácter heroico: habrá un gran enfrentamiento entre campeones. Casualmente, el campeón del reino es, al mismo tiempo, el príncipe heredero.


La diferencia es que aquí no hablamos de elfos, enanos ni hombres verdes de cuatro brazos. Hablamos de MONOS. MONOS que conducen KARTS, que comen bananas con los pies y que RAPEAN.


Sin ser un elemento subversivo, se trata de una transformación de los tópicos delirante y divertidísima, y que no requiere de más explicaciones. La película no es abiertamente paródica precisamente porque los personajes señalan lo disparatado de la situación y hacen chistes al respecto. En cuanto más dramática fuera la discusión, más se acercaría esta al terreno de la comedia absurda.


Recordemos la absoluta frialdad con la que Leslie Nielsen dice chorradas en Aterriza como puedas:


-¿Qué había para cenar?


-Teníamos para escoger carne o pescado.


-Ya lo recuerdo. Yo tomé Lasaña.


No es que tenga muchas habilidades únicas, pero algo de lo que siempre he presumido es de ser un maestro escribiendo esta clase de tonterías. En cuanto más serios son los personajes, en cuanto más fruncen el ceño y más hablan del "destino del multiverso" más gracioso me parecía todo.


Yo mismo escribí mi propia adaptación de Super Mario estando en la universidad. En mi cabeza, era una película de imagen real, con muñequitos de Jim Henson. Esta sí, era abiertamente paródica y los personajes no se correspondían exactamente con las versiones oficiales de Nintendo: Luigi no era cobarde, sino sensato, Mario era un viva-la-virgen al que todo le sale bien por casualidad y Bowser no era un villano simpático, sino un monstruo terrible sin corazón. Curiosamente, tanto en mi versión como en la de Illumination se hace hincapié en la familia italoamericana de los protagonistas, con una elaborada escena alrededor de un plato de pasta. Una cosa que, eso sí, era importante para mí, era limar los ya mencionados elementos medievales. Quería disfrazar a los Koopas de soldados napoleónicos y dar fusiles a los Toads, acercando la fantasía a una estética más cercana a principios del siglo XIX. ¿Y por qué? Pues por ser un poco más original, supongo. Tampoco sé hasta que punto habría funcionado.


Otra cosa que me ha gustado mucho de la película (la estrenada en cines, no la de mi cabeza) es que Bowser está motivado enteramente por su deseo de casarse con Peach.


Viendo el primer tráiler, temía que el argumento girase alrededor de encontrar las estrellas de poder. Casi podía oír la inevitable escena expositiva: "Según la leyenda, aquel que reúna las siete estrellas doradas será INVENCIBLE. ¡Tenemos que encontrarlas antes que antagonista #0234! ¡Mario, tú eres EL ELEGIDO!".


El uso de un McGuffin sin duda facilita mucho las cosas a la hora de escribir un guion, pero también aplasta las motivaciones de los personajes como un Bulldozer. Todo el mundo pasa a convertirse en un títere del argumento, en lugar de construirlo con sus acciones.


Odio el modelo de Marvel en el que las tramas se resumen a "recuperar el cachivache mágico". El McGuffin más famoso de la historia es el anillo de Sauron. Sin embargo, los personajes de El señor de los anillos se mueven por deseos y temores. Nunca dejan de lado sus relaciones interpersonales. Son diferentes los unos de los otros y no se les puede cambiar de sitio sin más, como si fueran peones en un tablero de ajedrez. Solo Frodo puede llevar el anillo, solo Gandalf puede derrotar a Saruman, solo Aragorn puede ser rey de Gondor. La cosa nunca, jamás, se reduce a una carrera por "recuperar el cachivache mágico".


Bowser hace lo que hace porque es un romántico, al mismo tiempo que es un matón y un necio. Mario hace lo que hace porque quiere a su hermano por encima de todas las cosas. La rivalidad entre la tortuga y el fontanero surge de forma natural, no tanto porque busquen lo mismo, sino porque tienen filosofías de vida antagónicas. Pero, esto que quede claro, estamos hablando de una tortuga y un fontanero.


Y es que los personajes motivados por el amor y el rencor son infinitivamente mejores y más interesantes que aquellos motivados por un artificio de ciencia ficción.


Tampoco diré que la película de Super Mario es una obra maestra sin parangón, porque no lo es.


Creo que la dirección es poco ingeniosa, carente de planos potentes pasada la media hora. Y creo también que hay algunos momentos que se habrían beneficiado de una pausa de unos segundos para incrementar su impacto. Por ejemplo, la primera vez que Mario ve el reino Champiñón en todo su esplendor. Esa escena requería de un primer plano más lento y expresivo. Del mismo modo, poco antes del espectacular clímax de acción habría estado bien un instante de silencio, como coger carrerilla antes de un salto.


Este tipo de errores son comunes en el cine familiar. El ritmo siempre es frenético porque los productores sienten auténtico pánico a aburrir a los niños. Pero estamos hablando de decisiones que añadirían, como mucho, 3 o 4 minutos al metraje final.


También tengo algunos problemas con el guion. ¿Por qué Peach acepta a Mario como aliado? ¿Qué aporta el hombrecillo a la aventura? ¿Es importante para ella que sea otro ser humano? Un par de líneas de diálogo habrían bastado para justificar la situación.


Tampoco me gusta que, en el desenlace, ambos personajes no se besen. ¡No creo que sea mucho pedir! Existe una clara tensión romántica entre Peach y Mario y me da en la nariz que la razón por la que esa escena no existe no es tanto por un sentimiento puritano como por la ya mencionada necesidad de hacer que todo avance tan rápido como sea posible.


En último lugar, creo que la forma de derrotar a Bowser no es la adecuada. Lo lógico es que Mario hubiera vencido con alguna artimaña y haciendo uso de sus habilidades como fontanero. Aunque, claro, he pasado las últimas mil palabras justificando que la película es en realidad un sword & planet moderno y no hay otra forma de terminar un sword & planet que no sea a mamporros.


Por cierto, ¿sabe usted, querido lector, que uno de los clásicos más apreciados de la era del cine mudo es, de hecho, un sword & planet? Me refiero, evidentemente, a Aelita, reina de Marte, uno de los mayores éxitos en la historia del cine soviético, y que ganó el premio de la Exposición Universal de París de 1925.


Quien sabe si dentro de cien años se escribirán libros sobre la vigencia de los temas de Super Mario Bros y su vanguardista estilo artístico. Lo que si sé seguro es que los juegos de Nintendo seguirán siendo igual de divertidos.


Y con esto ya lo dejo. Me apetece un plato de pasta.

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