Vamos a hablar de clásicos básicos del cine de terror. De los más grandes, los más elegantes, los más admirables caballeros. Siempre enfrentados en la gran pantalla pero buenos amigos en la vida real. Por supuesto, me refiero a Christopher Lee y Peter Cushing, y más concretamente, a sus películas en la Hammer film productions. Un duelo de auténticos titanes del cual uno nunca se cansa, sin importar cuantos años pasen.
¡Empecemos antes de que caiga la noche!
La productora británica Hammer se fundó en 1934, pero su primera película de género fantástico no llegó hasta 1955. Me refiero al thriller de ciencia ficción The Quatermass experiment. Su éxito llevaría a la compañía en una dirección muy alejada a lo que hacía el cine inglés de la época, revolucionando el mercado de películas de terror. No sólo eso, sino que el éxito de sus producciones ayudaron a acabar con la censura, tanto con la británica como con el americano código Hays.
Hammer desapareció en 1984, para volver de la tumba en 2007 de manos de Exclusive media. Suyos son los filmes de horror gótico The woman in black (2012) y su secuela, The woman in black: angels of death (2014). Tras una larga sequía, ha producido The Lodge (2019).
Pero regresemos a los años dorados.
El director más destacado de la compañía fue Terence Fisher, nacido en Londres en 1904 y fallecido en 1980. Era un hombre muy religioso y siempre defendió que no hacía cine de terror, sino cuentos de hadas para adultos. No dirigió su primera película hasta cumplir 44 años (hasta entonces había trabajado como montador), pero llegaría a contar con más de 50 títulos a sus espaldas. Sus virtudes como cineasta eran muchas, pero destacaré su maravilloso uso del color y su capacidad para dirigir actores y escenas complejas en una sola toma, con un estilo teatral que entronca perfectamente en la tradición británica.
Tampoco podemos olvidar a Jimmy Sangster, guionista galés nacido en 1927 y fallecido en 2011. Empezó trabajando como ayudante de dirección y director de segunda unidad, hasta firmar su primer guión en 1956. Se trataba del filme de ciencia ficción X the unknown. De su pluma salieron algunos de los mas grandes clásicos del cine de terror (o del género de cuentos de hadas para adultos como diría Fisher), convirtiéndose en un habitual de la productora. Sangster acabaría dirigiendo tres películas para Hammer, aunque ninguna tuvo una acogida especialmente buena.
¡Vayamos ahora con las estrellas de este artículo!
Empecemos por el bueno de Christopher Lee. Caballero del imperio británico nacido en Westminster en mayo de 1922 y fallecido en Junio de 2015 (aunque su última película data de 2017). Su sueño era ser cantante de ópera, pero empezó a actuar en teatro desde la infancia. Durante la Segunda Guerra Mundial sirvió en la fuerza aérea y en el servicio de inteligencia. Fue oficial durante la campaña de Italia y formó parte de un operativo de operaciones especiales cuyas misiones, aún hoy, no están desclasificadas. Era amigo de Ian Fleming y hay quién dice que muchas de las aventuras de James Bond están inspiradas en la vida de este gran hombre.
Lee se hizo famoso tras el estreno de Drácula, en la que interpreta al mítico conde transilvano. Aunque apenas tiene más que 13 líneas en toda la película, su actuación quedó grabada a fuego en los espectadores.
El actor empezó a acometer trabajos cada vez de menor calado hasta que, en los 90, sus apariciones en la gran pantalla se limitaban a cameos (muchas veces bajo la dirección de Tim Burton, fan confeso de las películas de Hammer).
En el 2000 resucitó su carrera gracias a su papel de Saruman en la trilogía de El señor de los anillos y, en menor medida, su aparición en El ataque de los clones. En sus últimos años de vida participó activamente en varios discos de Heavy Metal, como productor y cantante. Esto incluye colaboraciones con Rhapsody y Manowar, así como sus propios proyectos como Charlemagne (primera y segunda parte), Heavy Metal Christmas o Metal Knight. Según sus propias palabras: debes probarlo todo en la vida, excepto el incesto y la danza folclórica.
Vamos ahora con Peter Cushing. Nacido en Surrey en mayo de 1913, empezó a actuar desde muy joven. Durante años, sólo tuvo pequeños papeles muy pequeños. Su carrera despegó con el estreno de The curse of Frankenstein. Su majestuosa interpretación del barón Victor Von Frankenstein le hizo convertirse en uno de los actores más importantes del panorama británico de los 50 y los 60. A partir de ahí, interpretaría al sheriff de Nothingam, Sherlock Holmes o el Doctor Who, entre otros famosos héroes y villanos.
En 1971 murió su esposa, Violet Helene Beck, con la que llevaba casado casi treinta años. Fue un mazazo terrible. A partir de entonces, envejeció a pasos agigantados y su carácter siempre alegre pasó a ser triste y melancólico. Todavía participaría en numerosas películas (como esa simpática locura española llamada Pánico en el transiberiano) y programas cómicos de la BBC. De este periodo es una de sus interpretaciones más famosas, la del Grand Moff Tarkin en el primer filme de Star wars en 1977. Peter Cushing murió de cáncer de próstata en 1994.
Y presentados los personajes, toca hablar de las películas. ¡Que empiece el combate!
LA MALDICIÓN DE FRANKENSTEIN (1957)
La primera de las películas protagonizadas por el dúo Lee/Cushing. Dirigida por Terence Fisher y escrita por Jimmy Sangster. Un clásico instantáneo que, aún hoy, sorprende con la valentía de su guión y su maravillosa puesta en escena.
En la época en la que triunfaban los monstruos radioactivos y los platillos volantes, nadie esperaba que un regreso al género gótico fuera a tener el menor éxito. Sin embargo, este filme costó cerca de 200.000 dólares y recaudó… ¡8 millones!
La idea original vino de Milton Subotsky, que tenía intención de hacer un remake de Frankenstein más fiel a la novela. Sin embargo, su guión habría resultado demasiado caro para Hammer y el proyecto se abandonó. Días después se enteró de que la productora había decidido seguir adelante sin él. Subotsky, despechado, fundaría su propia compañía, Amicus, que se convertiría en el mayor rival de Hammer en la década siguiente. Algunas películas de Amicus, por cierto, incluyen buenos duelos interpretativos entre Lee y Cushing, aunque esa debería ser materia de otro artículo.
La idea original de La maldición de Frankenstein era hacer una película en blanco y negro y contratar a Boris Karloff, pero Universal amenazó con interponer una demanda si había la menor similitud entre esta nueva versión y las películas de los años 30. Fue así como se impuso la idea de hacer el filme en technicolor (algo nunca visto antes en el género de terror). Curiosamente, en 1958 se estrena una película de Frankenstein en blanco y negro y con Boris Karloff llamada Frankenstein 1970. Aquí Universal no dijo nada, quizás por que la película era malísima y resultó un gran fracaso comercial.
La trama difiere tanto de las películas de los años 30 como de la propia novela. Narrada en flashback, Frankenstein cuenta a un sacerdote, el mismo día de su ejecución, los horrores desatados por un monstruo de su creación. Con esto cree que será liberado, ya que afirma que él no ha cometido ningún asesinato. Asistimos a su infancia, como, siendo un muchacho huérfano pero con gran iniciativa y ambición, solicitó los servicios de Paul Krempe para que hiciera las veces de tutor, profesor y amigo. Desde joven empieza a interesarse por la ciencia y acaba obsesionado con dar vida a lo que está muerto.
Lo cierto es que Peter Cushing y Christopher Lee ya habían coincidido anteriormente en otras dos películas. Lee tenía un pequeño papel en Hamlet (1948) y los dos habían aparecido en la biografía de Toulouse Lautrec Moulin Rouge (1952). Sin embargo, no habían tenido oportunidad de hablar entre ellos y fue con esta producción que se iniciaría una amistad que duraría más de treinta años.
Christopher Lee interpreta aquí al monstruo que, por cierto, no aparece hasta la segunda mitad de la película, y ni siquiera tiene una sola línea de diálogo. Su maquillaje se hizo el día antes del inicio del rodaje, usando algodón y materiales caseros, con un aspecto de herida abierta que todavía hoy impresiona.
Al parecer, charlaban y tomaban el té en los descansos de rodaje, aunque la anécdota más chocante es que les gustaba intercambiar frases de los Looney Tunes.
El guión (que tiene más de los relatos cortos de Oscar Wilde que de Mary Shelley) es un viaje al infierno, con el barón como nuestro particular Virgilio… con la salvedad de que, en esta ocasión, el personaje no tiene la menor idea de hacia dónde se dirige. Avanza por la oscuridad convencido de que hallará el tesoro de los ángeles, cuando en realidad se dirige directamente a las fauces de Lucifer. Frankenstein está convencido de que todo cuanto hace está perfectamente justificado y ni siquiera en sus tristes últimas horas es capaz de aceptar el mal que se ha desatado por su culpa. Si defiende al monstruo que ha creado, no es por piedad, ni porque sea incapaz de ver sus defectos, sino por que su propio ego le impide aceptar la derrota. El drama de Paul es que ama a Victor como si fuera su hermano mayor y es incapaz de hacer que este entre en razón. El drama de Victor es que sólo es capaz de amarse a sí mismo y que, si tuviera un millón de oportunidades, cometería los mismos errores un millón de veces.
Hoy día, puede que la película parezca poca cosa para los amantes del gore, pero lo cierto es que en su tiempo obtuvo la calificación de X (que, en aquel entonces, no estaba relacionada con la pornografía sino, sencillamente, con los productos sólo para adultos). La mayor parte de los críticos odiaron la película. Uno incluso dijo que deberían inventar una nueva categoría para películas como aquella, d for disgusting (que vendría a ser algo así como r de repugnante). Pero el público la amó, como demostró su inmenso éxito en taquilla.
En España el filme es quizás más conocido por el célebre gag de Florentino Fernández en El Informal que por sus propios méritos... lo cual, supongo, no es ni bueno ni malo. A mi también me gustaba El Informal.
OTRAS RECOMENDACIONES
La película tuvo un total de cinco secuelas, todas ellas protagonizadas por Cushing. Este hecho, consecuencia directa de la naturaleza comercial del cine de Hammer, a mí siempre me ha resultado algo molesto, porque considero que la primera película funciona perfectamente tal y como es, y me apena pensar que su visionado puede estropearse con la existencia de productos derivados de calidad muy inferior. Sin embargo, mentiría si no dijera que sí he disfrutado de algunas de esas secuelas.
Concretamente, recomendaría La venganza de Frankenstein y El cerebro de Frankenstein. La primera es una muy entretenida cinta de terror y ciencia ficción, que redondea al personaje convirtiéndole en una especie de héroe inmoral. Pero es la segunda la que se lleva la palma. Yo la considero a la altura del original de 1957 (o incluso mejor, en algunos segmentos).
Se trata de un relato extremadamente cruel y sádico que narra como una pareja de jóvenes es chantajeada por Frankenstein. Al principio, no parece que la situación tenga por qué acabar en tragedia, pero las peticiones del Barón son cada vez más descabelladas, hasta que las vidas de los chicos acaban completamente arruinadas.
La acción comienza ya desde la primera escena. Una hoz cae con furia, decapitando a un hombre inocente. Poco después, un vagabundo encuentra por casualidad al asesino, una horrible criatura de rostro deforme. El vagabundo logra huir a duras penas y, entonces, descubrimos la cruda realidad: la criatura no es más que un disfraz del Barón Victor Von Frankenstein. Vemos, desde muy al principio, quién es aquí el auténtico monstruo. Más adelante, la película añade una escena especialmente perturbadora en la que el Barón viola a la muchacha que le sirve, para, momentos después, recordarla a la hora a la que se sirve el desayuno en la casa.
Pero, lo curioso del asunto, es que resulta muy difícil odiar a este personaje. Suena terrible, pero creo que es parte de lo que hace la película fascinante. Tenemos a un asesino, un chantajista, un monstruo autoritario y prepotente. Un villano, a fin de cuentas, que merece todo nuestro desprecio. Pero es imposible no apostar con él cada vez que se embarca en otro de sus disparatados crímenes. ¿Por qué? Por su decisión, por su paciencia, por su carisma, por su elegancia, por su encanto, por su iniciativa y, sobre todo, por su inteligencia… cualidades más atrayentes que cualquier forma de bondad.
Si tuviese que escoger la película más perversa de la historia del cine, sin duda sería esta. Una de las mejores obras de Terence Fisher.
DRÁCULA (1958)
La película más exitosa de Hammer (tanto en términos artísticos como económicos), es este Drácula de 1958, llamada Horror of Dracula en América, para evitar confusiones con la versión de Universal (que aún se pasaba en algunos cines).
Quiero aprovechar para comentar que el mismo año que se estrenó esta película, apareció también Return of Dracula, cinta de terror ambientada en la actualidad y rodada en blanco y negro (excepto por un plano a todo color de una estaca atravesando el corazón de una vampiresa). En su momento no hizo dinero y hoy día casi nadie la recuerda. No es que sea mala película pero, sencillamente, no puede compararse con la suntuosidad e ingenio de la cinta de Terence Fisher.
El guión introduce numerosos cambios respecto a la novela de Bram Stoker. Para empezar, Jonathan Harker no trata de vender una propiedad en Londres al conde, sino que se presenta como su librero. Y, para sorpresa del espectador, esto resulta ser una tapadera… ¡ya que en realidad se trata de un cazador de vampiros!
Efectivamente, Sangster juega con la idea de que todos sabemos quién es Drácula y no pretende sorprendernos con ninguna revelación innecesaria.
Como ya se ha dicho anteriormente, Lee sólo tiene 13 líneas en toda la película. Este diálogo está concentrado en la conversación inicial que el personaje mantiene con Jonathan Harker. Cuando el librero (o, más bien, el aguerrido cazavampiros) decide salir a explorar el castillo, se encuentra entonces con el verdadero Drácula, un animal sediento de sangre totalmente desquiciado: el Mal en su forma más pura. La imagen de aristócrata no era más que una fachada y, una vez ésta es derribada, no tiene sentido regresar a ella. Lee no dice una sola palabra en lo que queda de película, pero su interpretación, que oscila entre una calma misteriosa (y seductora), y la rabia homicida, bien le podría haber valido un Óscar.
Recordemos que estamos ante la primera película de la historia del cine en la que se ven los colmillos del vampiro y, aún más importante, la sangre. Dos elementos que hoy consideramos esenciales en la mitología del personaje. No sólo eso, sino que el filme rebosa sensualidad por los cuatro costados, con una representación de los no-muertos tangible, atractiva y profundamente sexual, muy alejada de la imagen etérea que el cine había dado hasta entonces.
Esto no significa que los vampiros sean tratados con rigor científico, un error en el que incurren muchos relatos modernos. Por ejemplo, las pisadas de Christopher Lee fueron borradas de la película para dar una sensación fantasmal a su presencia.
El filme tampoco renuncia al humor, como prueban dos geniales personajes: un anciano enterrador que se ríe de las desgracias ajenas y un oficial de aduanas con muy mala suerte.
Abraham Van Hesling, el héroe de la película y estrella principal, no aparece hasta que han pasado 25 minutos. De hecho, durante todo este primer tercio, el protagonista es Harker… hasta que muere de forma horrible. Un giro que Hitchcock repetiría en Psicosis dos años más tarde.
Una vez Peter Cushing entra en el relato, este cobra nueva energía. La genial interpretación del inglés construye al héroe victoriano perfecto, un caballero de modales aristocráticos, inteligente, honrado, enérgico, amable con los débiles e inmisericorde con los malvados. Un científico, un erudito y un guerrero que, en ningún momento, se detiene en el cumplimiento de su misión.
Su comparsa es Arthur Holmwood, interpretado por Michael Gough. Un hombre ignorante de los peligros que acechan en la oscuridad, prepotente y débil. Un personaje que, más que aprender de sus errores, debe hacerlos a un lado si quiere salvar a su esposa, Mina.
La película tiene un fuerte componente psicosexual. Esto es evidente hasta el punto de que Fisher, no contento con la actitud que la actriz Melissa Stribling presentaba frente a Drácula, la dijo sólo imagínate que has tenido el mejor sexo de tu vida durante toda la noche. La película nos presenta esa mirada al abismo, la fascinación hacia lo que sabemos prohibido. Las mujeres no son víctimas de una violación, sino partícipes de un peligroso juego que acaba por destruirlas. El guión, aunque no contiene una sola escena de sexo, habla del adulterio. Una de mis escenas favoritas es, precisamente, cuando Holmwood descubre que el ataúd de Drácula ha estado en su casa todo el tiempo… ¡El amante de su esposa ha estado durmiendo bajo su propio techo y él ha sido incapaz de verlo! ¿Acaso hay un miedo masculino más evidente, más primitivo?
Los últimos cinco minutos de película no tienen ningún diálogo. No hay necesidad de ello. Asistimos a la resolución de todos los conflictos anteriores, cuando los misterios han sido resueltos, el juego entre el gato y el ratón ha terminado y es hora de decidir un vencedor. Christopher Lee y Peter Cushing se encuentran frente a frente y se miden en una de las secuencias mejor coreografiadas de la historia del cine fantástico. El enfrentamiento supremo entre el bien y el mal, que no tiene lugar de una forma mística sino con todo el sudor y la fiereza de un combate de boxeo. ¿Y el plano final? Auto explicativo. Magistral.
Hace unos años se restauró la película, en una nueva copia de calidad cinematográfica que incluye nuevos planos cortadas por la censura británica y otros encontradas en un almacén de Japón.
Por cierto, la capa que Christoper Lee llevó durante el rodaje fue descubierta en 2007, en una tienda de disfraces. Ahora vale 50.000 dólares.
RECOMENDACIONES
Al igual que ocurrió con Frankenstein, el éxito de este filme llevó a la creación de una franquicia de más de 9 títulos, 7 de ellos protagonizados por Christopher Lee (que también interpretó al vampiro en otras producciones no relacionadas con Hammer).
Es imposible que deje de lado Las novias de Drácula, spin-off que retoma las aventuras de Van Helsing pero que, a pesar de su título, no incluye al conde transilvano de ninguna forma. Aunque lastra cierta inconsistencia en la caracterización de sus personajes (sobre todo en lo que se refiere a la muchacha protagonista), la película incluye algunos de los mejores planos de Fisher como director y un clímax final que rivaliza con el de la cinta de 1958. Cushing está estupendo, como siempre.
En 1966 se estrena Drácula, príncipe de las tinieblas, una excelente secuela del filme original con una atmósfera opresiva, un fascinante uso del color y una muy buena secuencia de resurrección. Lee no dice ni una sola palabra, pero su presencia impone más que el mejor diálogo del mejor guionista. También quiero recomendar Drácula 73, una locura setentera con música disco que, si bien no llega al nivel de los clásicos anteriormente mencionados, si tiene un par de momentos rescatables, entre los que se incluyen los enfrentamientos entre Lee y Cushing (uno al principio y otro en el desenlace).
¡Me encanta cuando un par de ancianos demuestran a los jovenzuelos que ellos molan mucho más!
LA MOMIA (1959)
Esta es la primera vez que Hammer colaboró con Universal, de forma que se trata de un remake oficial de las películas de la momia Kharis de los años 40. Estos filmes hoy día no son muy célebres y mucha gente cree, equivocadamente, que el título que ahora nos ocupa es una actualización de la versión de 1932 protagonizado por Boris Karloff.
El argumento es simple: unos arqueólogos británicos descubren en Egipto una nueva tumba, la de la princesa Ananka. Al volver a Londres, aquellos que participaron en la expedición empiezan a morir en extrañas circunstancias.
La momia de Christopher Lee tiene, al igual que ocurría en el filme de 1932, un trasfondo tristísimo que busca nuestra simpatía. Este es un caso muy raro en las producciones Hammer, en las cuales el elemento sobrenatural solía ser maligno por propia naturaleza. En esta ocasión, el auténtico villano de la historia es Mehemet Bey, sacerdote del dios Karnak que utiliza al desgraciado Kharis para cumplir con su venganza. La solemne interpretación de George Pastell resulta perfecta para transmitir la seguridad fanática del personaje, que ni por un momento duda de su misión.
Peter Cushing vuelve a interpretar a un héroe sin tacha, John Banning que, siendo sinceros, no es muy distinto a Van Helsing. La diferencia fundamental es que este personaje no es un consumado estudioso de lo paranormal, sino que debe aprenderlo todo sobre la magia negra y actuar en consecuencia. También tiene un par de duelos dialécticos francamente memorables e incluso mantiene un enfrentamiento con el monstruo hacia la mitad de la película que rivaliza con el clímax de Drácula.
Pero, en esta ocasión, el protagonista es el no-muerto.
Christopher Lee, de nuevo, no tiene mucho diálogo, ya que sólo cuenta con un par de líneas durante uno de los flashbacks. Sin embargo, sí que demuestra grandes dotes como actor, transmitiendo con su rabia, impotencia y melancolía moviendo levemente los ojos.
La historia está centrada en la historia de amor imposible entre el cadáver y su princesa perdida, con la que la esposa de Banning guarda un parecido inquietante. Kharis mata por obligación, pero él sólo ansía volver con su amada. No importa que hayan pasado 3000 años, pues su amor es sincero y eterno. Murió por ella una vez y lo volvería a hacer sin dudar. El problema es que ella ya no existe. El personaje interpretado por Yvonne Furneaux es una mujer bien parecida, que recuerda a la princesa por pura casualidad. Nadie entiende lo profundamente herido que está el desgraciado Kharis. Ni el héroe de la función, ni su mujer… y menos aún su siniestro señor, que, incapaz de aceptar una forma de amor tan pura, llega a amenazar a la dama con el filo de su puñal. Si en alguna ocasión el cine de Terence Fisher demostró ser cuentos de hadas para adultos, es ésta.
Es curioso saber que Lee se hirió varias veces durante la filmación de la película, lo que demuestra la dureza de los rodajes de aquel entonces. Al destruir una puerta, se dislocó un hombro, al destruir una ventana, se cortó la mano, al simular la explosión de una escopeta, se quemó el pecho y, por último, se hirió las rodillas al avanzar por un pantano. ¡Afortunadamente, sobrevivió a la experiencia!
Esta fue una de las primeras producciones de Hammer que cosechó cierto éxito entre los críticos de la época, quizás por la falta de sangre. También quiero señalar que tiene una puntuación de 100% en la web de Rotten tomatoes.
Al igual que ocurrió con Drácula, esta película fue restaurada hace poco y editada en Blu-ray, con una calidad de imagen extraordinaria.
RECOMENDACIONES:
La película no hizo suficiente dinero para garantizar una franquicia fructífera. Sin embargo, Hammer produciría otros dos títulos con momias.
De estos, recomiendo Curse of the mummy’s tomb de 1964. No es tan buena como la original, y no tiene ni a Fisher, ni a Sangster, ni a Lee ni a Cushing… ¡además, la momia tarda media película en aparecer! Sin embargo, sí cuenta con un argumento bastante trabajado, un par de buenas sorpresas y algunos homicidios la mar de ingeniosos.
MENCIONES ESPECIALES
He hablado en profundidad de los tres filmes más importantes del dúo, pero no puedo terminar este artículo sin mencionar otras películas que, sin llegar a ese nivel de excelencia, sí son divertidas e interesantes.
En primer lugar, debo mencionar The Gorgon o, en español, La leyenda de Vandorf, de 1964. En esta ocasión Jimmy Sangster no se ocupó del guión, y tampoco se contó con ningún referente literario o cinematográfico anterior. Sin embargo, sí estamos ante una cinta de terror y misterio más que recomendable.
En una extraña inversión de papeles, Christopher Lee interpreta a un personaje heroico, el profesor Karl Meister, mientras que Peter Cushing da vida al Dr. Namaroff que, aunque no es necesariamente un villano, si demuestra una falta de escrúpulos que le acaba convirtiendo en el principal antagonista del filme. Desgraciadamente, en esta ocasión los personajes no mantienen un enfrentamiento directo, más allá de una conversación algo tensa. Y es que los protagonistas de la historia son otros.
En primer lugar, tenemos a Barbara Shelley, que interpreta magistralmente a la inocente Carla Hoffman, dama joven y hermosa que guarda un oscuro secreto. Shelley pone auténtica pasión en el rol, cosa rara vez vista en estos papeles, generalmente despreciados como damiselas en apuros. Luego tenemos a Richard Pasco como Paul Heitz, que llega al pueblo para investigar la muerte de su padre y su hermano, y acaba olvidándose de todo al conocer a la señorita Hoffman. La interpretación de Pasco no es especialmente reseñable, pero en su historia se encuentra el corazón del filme. Y es que el relato despega a partir de la segunda mitad, cuando, al igual que ocurría con La momia, nos encontramos ante una historia de amor imposible.
La trama se complica hasta que el misterio deja paso a la desdicha, con un final que no desentonaría en una auténtica tragedia griega.
¡Y no nos olvidemos de los monstruos! Por supuesto, hay una gorgona. La espeluznante Megaera, que aterroriza el pueblo las noches de luna llena y que, al igual que su hermana Medusa, es capaz de convertir a los hombres en piedra con la mirada. Los efectos especiales de sus serpientes bailarinas no son demasiado convincentes, hasta el punto de que Terence Fisher los calificó de ridículos, y Lee llegó a decir que lo peor de la película era la propia gorgona. A mí, personalmente, no es algo que me preocupe, y creo que el clímax final (que incluye una emocionante pelea con sables) encaja perfectamente en el resto del filme. Por cierto, en este clímax casi muere la actriz que interpreta al monstruo mitológico, decapitada por la espada de Lee. ¡Eso sí habría sido un final espectacular!
Otra excelente película de Terence Fisher es The two faces of Dr. Jekyll, de 1960. El filme no tiene a Peter Cushing ni a Jimmy Sangster, y el propio Lee hace un papel que no es comparable a ninguno de los anteriormente mencionados. Pero el guión de Wolf Mankowitz es extraordinario. Una actualización del clásico de Stevenson en el cual Jekyll es un hombre débil y poco agraciado, mientras que Hyde es joven, gallardo y atractivo. Paul Massie interpreta magistralmente ambos papeles, dotando a uno y a otro de gran profundidad psicológica. La historia también explora la vida social de ambos personajes y como la gente supuestamente normal tiende a reaccionar con mayor agrado ante el individuo cruel y seguro de sí mismo. Una vez se ha disfrutado de esta película, es muy difícil volver a la clásica idea de Jekyll como el bien parecido y Hyde como el feo.
También debo señalar The vampire lovers de 1970, supuestamente basado en el relato Carmilla. Personalmente, veo este filme como un claro ejemplo de la época de decadencia de Hammer, cuando sus películas renunciaban a los argumentos intrigantes para tratar de satisfacer al público joven arrojando a la pantalla todo el sexo y la violencia que la época permitía. El guión no saca el menor partido al clásico de Sheridan Le Fanu y la estructura viene a ser una mala copia de la de Drácula. La dirección de Roy Ward Baker tampoco aporta nada, y eso que, en 1967, había rodado Quatermass and the pit, una de las mejores obras de ciencia ficción de la historia del cine británico. Si algo redime a The vampire lovers es la aparición de Peter Cushing, que aquí interpreta al general Von Spielsdorf, una versión de Van Helsing mucho más salvaje y directa, un auténtico fanático, que no se detiene ante nada en su búsqueda de los no-muertos. Esta evolución del héroe se haría aún más extrema en una de las secuelas del filme, Twins of evil de 1971, en la que Cushing da vida a un demente cazador de brujas al que poco le importa asesinar inocentes si con ello logra acabar con un solo vampiro.
Por último, no puedo dejar de hablar de The devil rides out de 1968, dirigida, esta vez sí, por Fisher y con guión del gran Richard Matheson. Una aventura entretenidísima en la que Christopher Lee da vida, por una vez, al indiscutible héroe de la cinta: el Duc de Richleau, un caballero conocedor de la magia negra que desea salvar a sus amigos de un pérfido culto satánico. El siempre magnífico Charles Gray es el villano de la función, el hechicero Mocata, un vil aristócrata que utiliza los poderes prohibidos del infierno para subyugar a sus semejantes. Basado en una novela de Dennis Wheatley, el guión avanza a un ritmo endiablado (nunca mejor dicho), siempre dispuesto a sorprendernos con nuevo giro, la desaparición o aparición de un personaje o una emocionante persecución. Por si esto fuera poco, también disfrutamos de la aparición de una araña gigante y el mismísimo Ángel exterminador. The devil rides out (o La novia del diablo, en España) fue rodada al mismo tiempo que La semilla del diablo de Polanski, que presentaba una nueva forma de hacer cine de terror. Hammer se había quedado anticuada, con sus relatos sobre la lucha del bien contra el mal y sus monstruos herederos de la literatura gótica. Pero el propio Lee siempre recordó con cariño este título, que consideraba su película favorita del estudio y, para algunos (como yo mismo), es la guinda final en un excelente pastel de sangre, arañas y cerebros humanos. Las cosas no volvieron a ser iguales en los años siguientes.
THE END:
Aquí termina este pequeño acercamiento al cine de terror de mediados del siglo pasado. La mayor parte de estos filmes son fáciles de encontrar en dvd y, de vez en cuando, pueden verse en televisión. Si no sabes que hacer este Halloween, ya sabes: una peli de Hammer es una apuesta segura.
Por supuesto, mi juego Monsters vs Heroes: Victorian Nightmares está inspirado en estas películas. Del mismo modo, si os interesa el tema, podéis echar un vistazo a algunos de los numerosos libros que han salido en los últimos años.
¡Vampiros! ¡Antiguas maldiciones! ¡Mujeres exuberantes! ¡Aristócratas desalmados! ¡Technicolor! ¡Christopher Lee contra Peter Cushing!
Este artículo fue publicado originalmente en El Cine en la Sombra.
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