En los primeros minutos de Irati asistimos a una subversión de la Chanson de Roland. El caballero de brillante armadura es presentado como un monstruo sin escrúpulos, mientras que los salvajes desnudos pasan a ser héroes valerosos que defienden su tierra del invasor. Esta es, sin duda, una historia vasca, pero que resultará perfectamente reconocible para cualquiera que ame el género de Espada y brujería.
En los lagos del norte hay lamias que, con su belleza, atraen a los viajeros a su perdición. En grandes palacios de piedra, descubrimos como la vieja religión se muere, dejando paso al único Dios. Lo que unos entendían como sabiduría es hoy llamado brujería. Los árboles lloran y sangran al ser derribados. Acechando en las profundidades de una caverna tenebrosa hay un cíclope devorador de hombres que, al arrastrarse en la oscuridad, nos recuerda a una criatura animada con stop-motion.
Irati ganó el premio del público en el festival Sitges del año pasado, y se ha hecho con otro galardón similar en La semana del cine vasco. ¡No es difícil saber por qué! La película está también nominada a varios premios Goya, aunque aún pronto es para saber cuantos cosechará.
Las referencias, más allá del folclore, son claras. Hay mucho del comic europeo (y no solo del Ciclo de Irati). Hay mucho de Ray Harryhausen, del Excalibur de John Boorman y de las grandes aventuras de Robert E. Howard. Hay mucho de la segunda edición de Dungeons & Dragons y de los álbumes de Blind Guardian de finales de los 90. Pero Irati es, sobre todo, una carta de amor a la tierra donde Urkijo nació, sus mitos, sus bosques, sus ríos y sus leyendas. Y que me perdone el lector por el tópico pero creo que, en este caso, carta de amor es el único término correcto.
Es por eso que recomiendo ver el filme en versión original. Donde los personajes vascos hablan Euskera, donde Roldán grita en francés antiguo y donde los monjes pontifican en Latín. No tengo nada en contra del doblaje pero, en este caso concreto, creo que el idioma es un elemento esencial de la experiencia.
La película está ambientada en una época y en un lugar muy concretos. La magia no se trata como un elemento sobrenatural sino que es, precisamente, una parte natural y necesaria del mundo. Un primer plano de una salamandra es tan importante como una gran batalla repleta de efectos especiales. Mari, la diosa de fuego, es tan real como las montañas bajo las que habita.
Este el tipo de fantasía que me gusta y me emociona: la que crece como un árbol en direcciones inesperadas, intentando tocar el cielo, pero que mantiene sus raíces bien asentadas en las profundidades de la Tierra. Fantasía basada en la historia y la mitología. Relatos ambientados en una era en la que los dioses caminaban junto a los hombres, cuando el cielo era más azul y la noche ocultaba toda clase de peligros.
En los últimos años hemos tenido otros ejemplos de cine similar. Me refiero a The Northman y The Green Knight. Sin embargo, creo que Irati es mejor que ambas propuestas por una sencilla razón: es más entretenida. Y es que los grandes mitos del pasado no dejan de ser cuentos y, más allá de resultar evocadores, DEBEN ser entretenidos.
Es evidente el contraste con aberraciones de Hollywood tales como Rings of Power, The Witcher: Blood origin o la serie secuela de Willow. Con una fracción de su presupuesto, Paul Urkijo consigue sumergirnos en un universo mucho más auténtico. Y esa es la palabra: autenticidad. Incluso la fantasía más disparatada necesita ser auténtica, antes que ninguna otra cosa... y eso solo se consigue con pasión. La pasión no se puede fingir ni se puede comprar.
No quiero pensar que estamos ante una anomalía. Quiero pensar que las tendencias cambian continuamente y que, a veces, cambian a mejor. Quiero pensar que los misterios del pasado aún pueden provocar admiración y miedo. Quiero pensar que las grandes historias acaban haciéndose un hueco en el imaginario popular. Quiero pensar que el gran cine de aventuras sigue vivo.
Irati puede verse en cines de toda España.